lunes, 7 de julio de 2014

Nada Fácil

Experiencias de las reuniones.

Son muchos los pacientes que no logran confesar lo que los tiene enfermos, muchos conocen la razón, pero se avergüenzan de lo que les ocurrió o de lo que piensan, no habrá salud del alma ni salud mental, sino nos atrevemos a compartir con alguien criterioso nuestras heridas.

Para eso tenemos que tener claro que el principio primero es ser respetados en nuestros derechos, consideremos que nuestras decisiones serán propias y con voluntad, estaremos atentos a recibir buen trato, que se nos valore nuestra confianza depositada, considerarse libre de aceptar o rechazar terapias o procedimientos de los profesionales.

Siendo esto alguna de las reglas básicas que todo paciente tomará en cuenta para compartir su situación, podemos considerar que será mejor romper con el silencio provocado por el miedo que seguir padeciendo de las malas experiencias que se enraízan al ser alimentadas por ese temor o de creer que el juicio externo tendrá tanto poder que la propia verdad puede ser descartada por alguien.

Todo da igual cuando uno quiere reparar el dolor del alma. Mi fe en Dios me hace considerarle el único juez, justo y bondadoso; sin Él en mí lo injusto, lo malo, jamás se hubiese transformado en bueno.

Ejemplos de casos son muchísimos, entre los más sorprendentes es el de varias personas que comparten por primera vez el haber sido violadas o abusadas y por décadas sus familias no comprenden su depresión, desenmascarar lo que hace padecer es soltar la opresión que no les dejaba respirar. Luego está la tarea de empezar a saber que nada es más importante que uno mismo y que el que daña tendrá que responderle a su propia vida.

A veces la solución está en el peor pensamiento... ¿Por qué podemos ver la solución en el suicidio?, una solución que hará padecer de por vida a un grupo familiar.

¿Hasta cuando damos poder a lo malévolo que vive guerreando con lo bueno?


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