miércoles, 29 de septiembre de 2010

Aceptar la Internación

Dentro de lo doloroso, incierto y de parecer una situación sin salida, también se puede encontrar la alegría.

Desde provincia, después de algunos años, recibo una llamada, en busca de orientación para una paciente a quien conocí y quien no ha logrado por años estabilizarse y más aún de un tiempo a esta parte, empeorando su situación con alcoholismo y consumo de sustancias, fuerte y triste realidad, María ni siquiera consigue que en el centro de rehabilitación puedan contener su estado.

No es fácil ayudar a tomar decisiones, pero basta conocer lo difícil que es lograr la vía adecuada, para emprender la búsqueda del camino a seguir.

Viajó hasta la capital junto a su familia, seis horas de viaje, luego a urgencia de uno de los excelentes Hospitales Psiquiátrico, María fue internada, ella misma le pidió al médico que aceptaran que se quedara allí, que ella no quería estar en la calle…

Luego de eso, nos reunimos con su madre y su hermana, compartiendo una larga y sincera conversación, lo cierto que como pacientes pasamos a ser seres con características incomprensibles, difíciles y generalmente inentendibles, pero cuando a la familia no se le ha endurecido el corazón, las cosas dejan de ser imposibles de remediar.

Fue emocionante ver una disposición absoluta a empezar de nuevo, después de analizar afectos, se puede comprender que si María actúa de tal manera, detrás de esa conducta hay razones externas que le afectan y que si hay un cambio de quienes ella quiere, sin duda ella también cambiará.

Insisto y hoy lo vuelvo a comprobar, más aún al reconocerlo su familia, que es fundamental que la familia conozca los mecanismos de nuestra enfermedad, que siendo de orden afectivo necesitamos de una unión familiar.

Hablaba con la hermana de María y ella se sentía lejana a ella, porque no coinciden en conductas y valores, pero la disposición de hoy nunca antes ella la sintió, confesaba querer saber siempre el por qué de todo esto y hoy se da cuenta que no tiene nada que entender, que lo que necesita María es de su entrega espiritual, del lenguaje de su alma y hacerle saber a su hermana que está con ella para apoyarla, para comprenderla y para quererla.

Y reconocía que ha perdido mucho tiempo de compartir esta verdad con María, que es mucho más hermoso que todos los cuestionamientos que se ha llevado el tiempo, sin aportar nada más que barreras entre quienes vienen de una misma raíz.

Por eso dentro de un dolor y gran preocupación, emocionadas las tres, descubrimos que nos embargaba una alegría, enfrentar algo tan delicado a través de una nueva mirada, junto a un compromiso renovado de amor, sin imposiciones, lo qué, sin duda, ayudará a que María no se siga refugiando en aquello que le hace tanto daño.

Una valiosa lección.

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