domingo, 1 de noviembre de 2020

Existir es mucho más que ser Feliz.

 Situarme a observar como pasó la vida antes que se deteriorara el mundo de satisfacciones por el impacto del diagnóstico bipolar, resulta  ser un mundo aparte de lo que luego tuve que aclarar sobre sentimientos y emociones. 

El aprendizaje de reconocer el poder que tenía lo que dejaba pasar, sin darme cuenta que era mas profundo y real de lo que aparentemente me afectaba,  me hizo descubrir qué existir requiere mucho más que ser feliz, porque no todos están dispuestos a aceptar que uno lo sea. 

Y aunque llame a controversia, en este caso, el significado no va más allá de todo aquello que directamente me afectó y si me refiero a los hechos relacionados con ello, es con el único interés de demostrar que no solo me he dedicado a ser víctima del sufrimiento sino a buscar la razón de ello.

Antes de mi historia de tratamiento psiquiátrico, desconocía por ejemplo lo que era intuición, ahora lo entiendo, lo aplico y lo recomiendo... y lo asocio al ejercicio que apliqué  al intuir la reacción reiterada de  una amiga de esa época, a quien  se me ocurrió mentirle que mis hijos estaban resfriados, por lo que ella sonrió... la causa de recurrir a esa estrategia se debió a qué, siempre que me preguntaba como estaban ellos le decía la verdad, que estaban bien, pero  generalmente los de ella no, en reiteradas oportunidades "ante mi bienestar" ella reaccionaba mal, si en ese tiempo hubiese tenido desarrollada eso que hoy en día le llaman inteligencia emocional, estoy segura no habría sido presa fácil de este mal, con el que he envejecido buscando las razones del porqué me llevó a la locura. 

Eran otros tiempos, donde no sabía que lo bueno le molesta al enemigo. 

Ahora recuerdo lo que me enseñó mi madre, quien siempre antes de dormir no olvidaba la Señal de la Cruz... 

En ese tiempo sentía que muchas cosas que me dolían, eran porque personas externas a mi familia no me entendían, sin darme cuenta que era yo la que no entendía la mala intención que había detrás de quienes mezclaban su realidad espiritual tan lejos de la mía. 

Generalmente esas personas hacían propicios los momentos cuando nadie más estaba presente, para hacerme presa de lo que no entendía y como no lo entendía,  entonces, la espera... venía cargada de doble intensidad por la tontería mía, de no darme cuenta que el propósito era tener que sentirme perjudicada.

A estas alturas de mi vida, ni siquiera me importa el más mínimo sesgo de alguien que pueda poner en duda, mi decencia como mi verdad, porque al final de la vida, nadie más que uno mismo es quien tiene que hacer balance de sus pecados. 

Cuando me enteré que mi bipolaridad la ciencia la asocia a la emoción, nunca antes me detuve a ir en busca de su concepto, mas bien me identificaba con el significado de mis buenos sentimientos.

 Ahora sé de manera básica que la emoción es una "reacción" química y fisiológica espontánea sin ser procesada en el pensamiento y entonces, ¿cómo iba a comprender las malas intenciones si no pasaban por mi pensamiento?

Por qué se dice que la bipolaridad es una enfermedad de orden ¿emocional? ¿porqué somos cada día más los afectados? Para mí,  mi bipolaridad fue activada por unas de las emociones que no me dió chance ni siquiera a mencionar su nombre, el miedo.

El miedo fue el detonante de lo que en un principio se me diagnosticó como depresión reactiva y sin ser especialista en psiquiatría, siempre me sonó a Verdadero. 

Reacción al miedo de esa voz amenazante que toma poder ante quien no es capaz de defenderse porque desconoce la maldad, pero no solo una voz ni una vez, varias intenciones malintencionadas a las que de tan inentendible qué me resultaban solo lograban paralizarme, pero quedaban registradas para siempre en lo que  me demostró el mundo de la psiquiatría, la llamaba psiquis.

Así fue como logré ir comprendiendo lo que antes desconocía, que en mi vida no era suficiente ser solo feliz, sino también saber que al acecho está la intención de alguien, que quiere que yo lo pierda y hasta que se hizo realidad... como en el más real de los cuentos, pero esta vez no con el final como es común en todos ellos, qué el príncipe despertó con un beso a la princesa sino que Dios, bendijo una vez más a mi esposo y a mis dos hijos y somos testimonio de ello.

¡Gracias Señor!

P.D. Después de la pesadilla nunca he dejado de llamar en voz bajita a

 Jesús, Jesús, Jesús. 


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