domingo, 15 de mayo de 2022

Testimonio de una madre en su búsqueda de orientación.

 

Es real que la enfermedad cualquiera que sea afecta a la familia o al que vive con el enfermo y eso fue lo que fui experimentando en mi día a día y al pasar del tiempo me fui preguntando si talvez yo también estaba enferma como mi hija. 
Tratando de lidiar con la responsabilidad por ella... que con 15 años iniciaba el período de su adolescencia... y había cerrado las puertas a la vida...
Intentando mantener mi vida como si nada... sumergida entre el trabajo de gran presión y la incertidumbre sobre que esperar de esta enfermedad de mi niña... me sentía caminando al borde de un precipicio... en el que caería en cualquier momento. 
Toda mi vida se redujo a control de médicos, medicamentos... esperando un milagro... creyendo a veces que todo era un error, que eran cosas de la adolescencia, que pronto volvería todo a una supuesta normalidad, aferrando como podía a mi fe...
Mi fe y confianza en el Señor se puso a prueba... Orando a diario porque "todo pasará"... que me librara de esta prueba... sintiéndome cada vez más lejos de Él.
Nunca quise investigar por mi cuenta sobre la enfermedad. El temor, la incredulidad, la falta de valor me tenía sin fuerzas, pero traté de recomponerme y me decidí a buscar algo... cualquier cosa que fuera una ayuda para mi hija y para mí...
Y busque en Internet la palabra más temida... rogando a Dios que me ayudara. Y lo primero que aparece es "yobipolar.com"
 Nunca olvidaré ese día... al ingresar al sitio lo primero que leo es una invitación a charlas abiertas a enfermos y familiares en el Hospital Salvador... y sentí que era la respuesta de Dios a mi ruego.
Mi hija accedió a ir conmigo y fue el inicio de otra etapa en mi vida.
Asisti a varias charlas junto a mi hija y también sola... y me permitió adentrarme algo en el mundo    desconocido y temido hasta entonces en el que vive un enfermo bipolar.
Conocí por boca de algunos de ellos sus experiencias y dificultades y escuchando a doña Susana Rodríguez entendí que Dios se encarga de sus hijos y que les entrega en su momento lo que necesitan.
Podría hablar horas y escribir Miles de hojas contando lo mucho que me benefició la cercanía con esta amiga extraordinaria... cuya vida y obras hablan por ella.
Para mí se convirtió en un ejemplo vivo de como vivir con la enfermedad, desde la aceptación por sobre la negación, desde el trabajo conciente y responsable por sobre la evasión e indolencia, desde la paciencia y fortaleza por sobre la desconfianza y desánimo.
Por sobre todas las cosas... me devolvió la alegría y serenidad de confiar en Dios.
A través de la simpleza de una oración en las crisis, una tierna invocación a nuestra Madre celestial y la paz llega como un bálsamo invisible...
Escuché decir a mi hija... "Es cierto... recé un Ave María y sentí que todo estaba bien...
En esta lucha sin esperanzas en que estuve por muchos años... me reencontré con mi amada Madre de la que me aleje y enojé... al comprobar la verdad de esta simple acción... y Rece un Ave María y muchas Ave Marías... y lo sigo haciendo con confianza.
En este caminar de años y en estos últimos tiempos de asumir el deterioro físico por enfermedad de mi madre, he sentido la presencia dulce y compasiva de Dios... que más allá del cansancio y agotamiento, nos regala cada día como algo nuevo para volver a empezar, para agradecer, para disfrutar de lo pequeño y humilde... un cielo azul o gris... un botón de rosa, una hoja seca... una bella melodía...
 Y esa presencia divina está también en tantas personas bellas que pasan a nuestro lado... algunas mucho tiempo... otras solo un momento y nos dejan parte de su amistad, de su alegría, su felicidad...
Siento que el sufrimiento que tanto tememos, está tan unido a la felicidad que tanto buscamos y que es imposible separarlos.
Esta enfermedad sufrida por mi hija me enfrentó a mi también con mis propias oscuridades y desde la aceptación de que no hay cura para ella, emerge con fuerza la convicción que si podemos llevarla como parte de nuestro ser... no sobrellevarla... como una cruz... sino de la mano... como una amiga.. a la que conozco y se cómo tratar... siempre estoy aprendiendo de ella, compartiendo y avanzando juntas ... hasta el final.
La aceptación de lo que no podemos cambiar, aunque no nos guste o no queramos es el principio de cualquier sanación.
La convicción de que no caminamos solos en este valle de lágrimas y que hay Alguien que nos acompaña hace el camino llevadero.
La búsqueda de la felicidad a la que se orienta casi toda la humanidad no es otra cosa para mí... que la paz del alma... Y resuenan siempre en mis oídos las palabras de Aquel que dijo... La paz les dejo... Mi Paz les doy...

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