sábado, 25 de mayo de 2024

Cuando enseñes que sea desde tus buenas intenciones.

Para enseñar no es necesario ser exigente, hay que recordar que uno tampoco sabía lo que está enseñando.

Cuando  niña y adolescente no entendí las materias que se me enseñaron, pero reforcé las buenas conductas de mis abuelos y mis padres, porque mis profesores más bien valoraron mi comportamiento en relación a mis buenos modales y cortesía, conducta y presentación personal. 

Lo que siempre asimilé sin mayor esfuerzo, fue lo relacionado a las danzas y el Ballet clásico, luego lo traspasé sin hacer diferencia alguna ni física, ni capacidad o falta de aptitud de mis alumnas, considerando que esta expresión más que estética nace del buen espiritu; luego mi transitar por el tratamiento de la psiquiatría y no por elección personal, sino por intervención externa que alteró mi vida, ha permitido enseñar a otros a través del reconocimiento de mi propia ignorancia con respecto al amor propio, la importancia de poner límites, distinguir claramente lo malo y lo bueno, hasta quedarnos con lo bueno y lo malo que se vaya de donde vino.

Cuando enseñes o ayudes a otro, no le pidas que corrija lo que tú no has corregido, por que todos hasta el último respiro, somos propietarios de las propias torpezas e ignorancia. Y aquel que no entienda tus buenas intenciones o buenas enseñanzas, no es cosa tuya, mas temprano que tarde, será esa misma persona, que le dé tu consejo a alguien que esté confundido.

 Como dijo: Howard G. Hendricks. "La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino la de corazón a corazón".

No hay comentarios:

Publicar un comentario