viernes, 4 de diciembre de 2020

Alguien toma a otros como bastones.

Algo que tomé como un compromiso por cumplir desde los principios de mi enfermedad bipolar, la que en los tantísimos años de tratamiento más bien ha ido desapareciendo, fue obedecer a las indicaciones médicas y junto conmigo lo hizo mi familia, así como la mayoría de los pacientes, pasé por 8 opiniones de médicos psiquiatras con diferentes tratamientos incluidos, es curioso que los recuerde a cada uno de ellos, con su personalidad e indicaciones, hasta que llegamos a encontrar el acierto en el tratamiento en el especialista en bipolaridad, quien en el tiempo ha logrado qué cada vez más, haga de mi vida algo normal, además de la ayuda del especialista en psicoanálisis que hasta hoy, me permite reconocer más bien mis virtudes que mis defectos, lo que fue permitiendo no sólo reforzar mi autoestima sino vencer mis miedos a equivocarme, como demostrarme lo posible y favorable que era centrarme en lo mejor de mí, dejar de hacer responsable a otros de mis pesares y entre tantas significaciones entender qué mis derechos tenían el mismo valor qué mis deberes. 

Hoy repaso algo de esto, porque si bien es cierto pareciera ser que la mayor responsabilidad la tiene el médico tratante, no es tan así, el principio de todo como responsabilidad en todo orden de cosas, parte por uno mismo; como paciente responsable uno también puede ayudar a su médico, nadie es infalible, por lo tanto, más bien quien recibe el tratamiento como principal interesado y protagonista, tiene la obligación de aprender lo que lo favorece o lo perjudica. 

Específicamente me referiré a un caso, más que cómo crítica al paciente, como un ejemplo que no debe de ser imitado. 

Conozco de cerca el egoísmo, la capacidad para rechazar incluso cualquier intento de ayuda, por el solo hecho de mantenerse en  su capacidad de, ni siquiera de enfermizo, sino que de no querer aceptar sugerencias, ayuda, por supuesto menos de críticas y peor aún, cero autocrítica.

Este caso es el típico paciente o persona manipuladora, que toma el control de las personas con quien vive en base a la sugestión, cada vez que le baja el aburrimiento provoca preocupación en su casa, demostrando una posible recaída o haciendo responsable a otros familiares de su no realización personal. Logrando el control emocional de quien él lo quiera,  para seguir adelante con su mala vida. 

Esto es una realidad que ocurre, es por eso qué, a veces, es bueno que la familia aplique el silencio, la indiferencia, la no respuesta a todo lo que pasa por el paciente, para que se pregunte y se responda a sí mismo y se haga cargo de lo que siente y piensa y no tome a los demás como bastones.



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