sábado, 7 de octubre de 2017

Sacarse la venda de los ojos.


Todos experimentamos el deseo de compartir momentos, donde necesitamos sentirnos comprendidos y escuchados.


Pero, lo bueno para contentarse con eso, es estar abiertos a confiar y a aceptar que nos ayuden, no solo siendo escuchados, sino, también estar dispuestos a cambiar la propia conducta, de lo que no hacemos bien.

Conversaba con Marcela a quien siempre escuché, comprendí y valoré, pero un día algo me hizo mirar su historia desde otro punto de vista… en un momento pensé que era cierto que la compadecí, pero de pronto me di cuenta, que no siempre quien cree sobrellevar problemas tiene la razón.

Entonces me atreví a decirle lo que tal vez le iba a desagradar, pero no, Marcela estuvo sorprendida y agradecida de mi claridad para hacerle ver que todo lo que pasaba por ella, como lo relataba, dejaba en claro que nunca podía surgir porque "todos le fallaban" y nunca le escuché decir en qué  "falló ella o en qué se equivocó"

Sus comentarios, continuamente estaban relacionados a cómo los demás la perjudicaban; esta vez por primera vez se miró a sí misma, reconociendo que nunca se hizo cargo de su propia vida, pudiendo tomar decisiones con su criterio.

Dijo: es verdad que mi vida depende de lo que yo genere y  no de los demás y estuvimos de acuerdo, lo significativo que es no darle valor o importancia desmedida a lo que viene de fuera, la vulnerabilidad, por falta de amor a sí misma, nos puede llevar a sentirnos menoscabadas.

Y nos quedamos en eso, reflexionando en cómo podemos llevar una tremenda venda en los ojos y no nos damos cuenta... 

Esto me hizo recordar a los inicios de mis terapias, cuando explicaba llorando, lo dañaba que me sentía con las mentiras creadas por algunas conocidas, que hasta hoy recuerdo y aunque mis terapeutas me repetían en todas las sesiones lo que debía hacer,  no me era posible asimilar, por estar empecinada en la injusticia que me amargaba y no escuchar en como me guiaban: “Si no era cierto lo que de mí inventaban, ¿por qué lloraba?”, cuando me di cuenta de esa tremenda verdad, es que aprendí: “Lo que viene de los demás no me pertenece”

"Ayuda a tus semejantes a levantar su carga, pero no te consideres obligado a llevársela"

Pitágoras


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